Para nadie es un secreto que todo el 2022 ha sido un año de incertidumbre en el ámbito económico en todo el mundo: por un lado, tenemos la guerra en Ucrania que ha disparado las alarmas a lo alrgo y ancho del continente europeo. En Estados Unidos el consumo se ha visto fuertemente disminuido, trayendo consigo una desaceleración en diversas industrias, viéndose principalmente afectada la china, pues los pedidos de bienes de consumo no han estado acordes con las expectativas.
Pero ¿Por qué está pasando todo esto?
Para comenzar hay que remontarnos a marzo-abril del 2020. Con los confinamientos a nivel mundial se presentaron varios fenómenos inesperados: diferentes gobiernos alrededor del mundo dieron subsidios a sus ciudadanos para poder mantener la demanda y evitar que las economías colapsaran, pero uno de los ítems más difíciles de medir con exactitud fue a quién darle subsidios, por lo que no se hicieron excepciones en muchos países, y tanto empresas como personas, necesitándolo o no, recibieron subsidios. Eso trajo consigo no solo el mantenimiento de la demanda, sino un incremento inesperado. Esto lo podemos ver en PIB de los Estados Unidos, que, en el tercer trimestre del 2020, ya había recuperado casi la totalidad de lo perdido en la pandemia.
Al año siguiente, en el 2021, la economía siguió creciendo al mismo ritmo desenfrenado que en los últimos dos trimestres del 2020. El PIB creció un 5.9% en todo el año (crecimiento típico de un país en proceso de industrialización total, pero atípico para un país ya desarrollado), pero la problemática del exceso de liquidez y consumo desmedido empezaron a hacer daño, pues los mercados de valores, específicamente los índices Dow Jones, S&P500, y NASDAQ, tuvieron un crecimiento cercano al 30% en el 2021. Se estaba preparando entonces una tormenta perfecta.
Con el cambio de año, llegan nuevas tendencias. La demanda por ciertos bienes de consumo, como electrónicos, cayó dramáticamente, con lo que empiezan a caer rápidamente los precios de las acciones del sector tecnológico. Aquí es cuando se presenta una alerta roja para los inversionistas institucionales. El riesgo real empieza a superar la tolerancia máxima al riesgo, haciendo que billones de dólares se vayan a otros instrumentos menos riesgosos. Luego tenemos la guerra en Ucrania, que hace que billones de dólares que estaban colocados en la eurozona, tengan mucho más riesgo que el estimado cuando se colocaron. Esto último explica que el Euro se haya devaluado al punto que ya con 1 euro se compran 0.98 dólares.
Con dos trimestres consecutivos este 2022 de decrecimiento, los Estados Unidos entran en lo que se conoce como recesión técnica, a pesar de estar con pleno empleo. La inflación golpeó la capacidad de consumo del ciudadano estadounidense promedio, y las medidas para combatirla la golpean más aun (aumento en las tasas de interés). Al aumentar las tasas de interés, también aumentan las tasas de captación de los bonos de 5, 10, 15 y 20 años, por lo que ya tienen tasas de retorno similares a la de algunas economías emergentes, con lo que los inversionistas que antes querían maximizar ganancias invirtiendo en el tercer mundo, ahora vuelven a bonos estadounidenses con mucho menor riesgo.
Mientras todo esto pasaba en el mundo, en Colombia se tejía otro escenario: un cambio político. Todo cambio político trae incertidumbre. Desde algunos meses previos a las elecciones se veía venir quien sería el ganador en la contienda. Algunos inversionistas extranjeros se anticiparon al escenario retirando el dinero, lo que explica el aumento del dólar hasta los COP$4000, pero ya una vez establecido el nuevo gobierno, muchos están viendo con terror el escenario que viene. La deuda pública colombiana se vende ya como si fuera basura, y la percepción del riesgo está fuera de los parámetros tolerables por casi cualquier inversionista institucional. A eso se le suma el caos con el tema del petróleo y gas, la fuente legal más importante de dólares para Colombia. No hay claridad con respecto al futuro de esta importante industria, y la empresa más importante del país, Ecopetrol, siente el golpe en la cotización de sus acciones en la bolsa. 46.15% de decrecimiento desde junio de este año. Hoy están saliendo todos los capitales extranjeros de Colombia que NO soporten el riesgo que implica tener el dinero aquí. Las condiciones de Colombia cambiaron. Ahora somos un país que tiene mucho más riesgo que cualquier otro país de la región, por lo que no sería una decisión difícil para un inversionista del mercado de capitales, vender todo lo que tiene que sea colombiano, y comprar en otro país más estable. Si a eso le sumamos la recesión mundial, y que en todo el mundo el capital se está moviendo de formas violentas, tenemos la tormenta perfecta para que el peso se deprecie a los niveles que estamos viendo hoy en día.
Ahora, ¿qué esperar en el futuro?
Hay dos vías que el gobierno actual puede tomar: La primera es la que están tomando actualmente, pero que aún no da resultados: bajarle el tono al discurso, dialogar, conciliar, y tranquilizar, para hacer que la devaluación se detenga, o al menos se deje de acelerar exponencialmente. La segunda, es asumir la devaluación como política del gobierno. En ese escenario, Colombia se debe consolidar como país exportador, al mejor estilo de la Italia de los 80s o Turquía de hoy. Si el gobierno decide seguir ese rumbo, los ahorros del colombiano de a pie, se van a pulverizar. Al gobierno le corresponderá asumir al 100% las pensiones, y no habría activo improductivo rentable en todo el país.